Nacida prácticamente con el siglo, la no figuración puede considerarse como la aventura estética más significativa de nuestro tiempo. La progresiva ampliación de sus opciones, su integración en múltiples sectores de la comunicación, la renovada actividad de su cuestionamiento, dan fe de su presencia ininterrumpida en los diversos frentes de la actualidad. Y ello, a pesar de las rupturas históricas que se han producido en las últimas décadas, con el resurgimiento nostálgico del DADA, la invasión de los conceptos, el ensañamiento con la imagen, la ofensiva ruidosa de las neofiguraciones salvajes, y a pesar de la reticencia persistente de una fracción importante de un público subinformado, remachado a las seducciones tranquilizadoras de la representación que sigue siendo irónico, cuando no hostil a esta forma de expresión.
Sin embargo, hay tantos mimbres entre los no figurativos como entre los partidarios de la imagen. Si los letristas apelan a la instantaneidad del gesto, al subconsciente como principio organizador, los constructores, hasta los minimalistas, son aficionados a los climas despojados y a las secuencias exactas. Y si algunos de ellos, en los años setenta, pusieron en juego la pintura analizando la realidad material del lienzo fuera del marco, a partir de prácticas artesanales que evacuaban lo emocional y lo histórico y amalgamaban un proyecto ideológico de tipo marxista vinculado a los epifenómenos de Mayo del 68, su posteridad supo renovarse con la embriaguez del color y la libertad de la mano, lejos de doctrinas y capillas.
Son principalmente estas jóvenes generaciones las que constituyen el cuerpo de esta exposición. Esta exposición reúne una selecta gama de individualidades que trabajan en un registro correspondiente a su propia naturaleza, en torno a unas mismas convicciones espirituales, entretejidas de lo sensorial y lo racional, volcadas hacia la meditación activa, más allá de los artificios de la anécdota.
Gerard Xuriguera
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