Recordemos el Atelier rouge de Matisse: la aparición del fondo como sujeto, donde ambos tienen el mismo valor y donde sólo cuenta la composición. Con Valentiner también... El primer paso consiste en cubrir el lienzo con una red de color y, a continuación, colocar tiras adhesivas rasgadas en los extremos: protegen el lienzo de las capas siguientes y son la salvaguardia del fondo. El lienzo se completa entonces en un juego infinito de colores con formas intuitivas atrapadas en la dinámica de un mundo informal.
El último paso, y es un placer para el ojo que mira: ¡el arrancado de las tiras! Por fin, captar el motivo, encontrarse quizás en las inversiones del fondo y del sujeto. Liberado en el campo, el fondo, tras haber circulado invisiblemente bajo la superficie, lo dispersa y lo organiza por autoridad. Se convierte entonces en la superficie del motivo, en una palabra quizás: yo sujeto.
Digamos que a primera vista el "sujeto" es geométrico con bordes duros. Lo que hace al cuadro es, en efecto, la composición, la distribución de estos soportes geométricos. Si se observa más de cerca, el color que se instala es complejo (¡es el del primer fondo!), las bandas geométricas se superponen...
Una vez más atrapados en el juego, descubrimos rápidamente, y éste es el proyecto, que cada modo de acción de este cuadro puede ocultar otro. Desenmascarado, el cuadro de Valentiner juega así con su imagen.
Monique Daubigné
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