14 juin-12 juillet 1986
Para clausurar la temporada 85-86, Françoise Palluel presentó a tres jóvenes artistas, cada uno de los cuales, a su manera, intentó asumir el reto de la pintura abstracta: visualizar el propio universo mental en un lenguaje universal. Había algo arriesgado en esta voluntad de poner lado a lado tres enfoques tan diferentes a primera vista. Y, sin embargo, "funcionó". Ya conocíamos la excelente obra de Peter Valentiner que, con su serie de pinturas realizadas en 1985, propone un universo plástico original. Juega con la forma y el contenido, así como con la luz y la sombra, es decir, cada cuadro es una yuxtaposición de fragmentos de cuadros desgarrados, suspendidos en el vacío. Hay efectos espaciales que suelen pertenecer a la técnica del collage o del trampantojo. Más gestual y expresiva, la obra de Bernard Cousinier, que exponía aquí por primera vez, pertenece a esta nueva familia de jóvenes artistas abstractos que han comprendido e integrado la reciente lección de libertad dada por la figuración libre.
Françoise Novarina, cuya primera exposición en París también tuvo lugar aquí, tiene un universo mucho más secreto. Las grandes figuras geométricas que componen el cuadro en sólo dos o tres planos sutilmente enrasados con la superficie. El equilibrio que existe entre estas cifras no se debe únicamente a su disposición. Todas pertenecen al mismo fondo común de pintura, trabajada en capas finas sucesivas. Por último, entre el blanco y el negro, los pasajes al color se realizan en tonos pastel que confieren al conjunto una gran luminosidad.
Elisabeth Couturier
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